Tu jornada no termina al salir a casa; empieza cuando no descansas bien
Hablar de prevención sin hablar de salud mental es como revisar un extintor sin mirar si tiene carga. El cansancio, y en especial la falta de sueño, ha dejado de ser solo una molestia para convertirse en una amenaza real al bienestar psicoemocional de los trabajadores. Una mente fatigada pierde claridad, se vuelve irritable, se fragmenta. Y cuando eso sucede, no hay procedimiento, no hay protocolo, ni EPP que compense el deterioro mental.
Dormir mal no solo reduce reflejos y memoria, reduce el ser humano, caritativo. Se pierde la empatía, se pierde el juicio, se pierde la capacidad de anticiparse a algún riesgo.
Cada vez más estudios vinculan el sueño insuficiente con cuadros de ansiedad, irritabilidad crónica, burnout e incluso depresiones clínicas. El trabajador empieza a desconectarse de su entorno, a normalizar el agotamiento, y lo más grave: a ignorar señales de alerta, tanto en sí mismo como en sus compañeros.
Debemos recordar que el sueño es restauración neurológica, es el balance emocional. Y en un mundo donde la hiperproductividad se aplaude, dormir bien es casi un acto de rebeldía preventiva. Aquí cabria el preguntarnos: ¿De qué sirve un sistema de gestión robusto si quienes lo ejecutan están mentalmente colapsados? La jornada laboral más peligrosa no es la que empieza mal. Es la que empieza sin haber terminado la anterior, en la cabeza del trabajador que no ha podido descansar.
¡Aprendamos seguridad con IOP!